Las margaritas mutantes de Japón

El 11 de marzo de 2011 un fuerte terremoto, seguido por un tsunami, destruyó gran parte de la costa nororiental de Japón. El reactor nuclear Fukushima I se encontraba en funcionamiento al momento del suceso, y pese a sus sistemas de seguridad pronto demostró que no estaba preparado para un Tsunami.

Pese a que era conocido por las autoridades que los niveles del agua en la zona pueden alcanzar los 35 metros, la planta apenas si tenía un muro de contención de 6 metros de altura. La inundación, junto con el terremoto, dañó seriamente los sistemas de seguridad y evitó que el material radioactivo se enfriara de manera adecuada. Con el paso de los días, quedó claro que algo muy grave estaba sucediendo en Fukushima.

El gobierno japonés movilizó desde el primer día a las fuerzas armadas, decretó el estado de emergencia y evacuó a los civiles de la zona, pero nada podía reparar ya el daño hecho. Fukushima pasaría a la Historia como el peor accidente nuclear después de la Catástrofe de Chernóbil.

En 2012, algunos científicos japoneses comenzaron a analizar los efectos de la radiación en algunas especies de mariposas que habitaban cerca del reactor, demostrando que la radiación había causado mutaciones que en ocasiones hacían que los animales fueran, incluso, incapaces de volar. El estudio se popularizó mucho en aquel momento, pero pronto la población perdió interés en el asunto y las palabras tranquilizadoras del gobierno comenzaron a calar.

Tiempo después un usuario de Twitter publicó unas fotografías en las que quedaba claro que algo muy raro estaba pasando con las margaritas. Estas flores, que de ordinario son circulares, mostraban patrones alterados de crecimiento en los que los estemas se juntaban para crear verdaderas “flores mutantes” (que, además, son un tanto perturbadoras a la vista).

Aunque las autoridades japonesas no se pronunciaron al respecto, muchos advirtieron que este fenómeno no es tan raro en esta especie de flores, y que se debe a una plétora de factores de los cuales la mutación es solamente uno. De acuerdo con Beth Krizek, un biólogo estadounidense de la Universidad de Carolina del Sur, este evento se conoce como fasciación y es bastante común en plantas como las margaritas. El biólogo afirma que haría falta sembrar las semillas de estas flores, y solo si sus descendientes muestran las anomalías podríamos saber, con certeza, que se trató de una mutación genética.

Muchos, sin embargo, no se muestran tan convencidos. El hecho de que la ciudad donde se tomaron las fotografías diste 110 kilómetros de Fukushima tampoco ha servido para calmar los ánimos. Parece ser que la abundancia de este tipo de flores ha llevado a que muchos consideren que los efectos de la radiación sí pueden culparse de los sucesos.

Esta indignación es comprensible. El evento de Fukushima fue un suceso que, tras Chernóbil, las autoridades del mundo habían prometido que jamás volvería a repetirse. Los fallos en la seguridad (previsibles) que llevaron al desastre también convencieron a muchas personas de que el gobierno japonés no es de fiar y podría haber ocultado información con tal de no llevar al pánico masivo.

En cualquier caso, las margaritas mutantes son la prueba de que la energía nuclear, aunque eficiente y barata, puede salir mucho más cara de lo que suponemos.

Fuente: El Pensante

Hacia la próxima extinción

Científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (EEUU) han pronosticado cuándo podría tener lugar la sexta extinción masiva. Para ello, han realizado un estudio matemático basado en las emisiones de carbono de la Tierra.

Se ha llegado a estos resultados comparando los datos actuales con otros momentos históricos similares, en los que desapareció una gran cantidad de especies animales.

Este fenómeno tendrá lugar cuando el océano alcance su límite de absorción de carbono: 310.000 millones de toneladas. Si no se hace nada para retrasarlo, en menos de 100 años se entraría en un proceso en el que podría destruirse el planeta.

Además de provocar el fin de muchas especies animales, el carbono y otras moléculas que lo contienen pueden ser muy perjudiciales para los humanos y su supervivencia. El monóxido de carbono, por ejemplo, dificulta el proceso de respiración, haciendo que el oxígeno no llegue al cerebro o a otros órganos. Además, el dióxido de carbono es uno de los gases de efecto invernadero.


Visto aquí

Pide un póster contra el plástico y se lo envían en un plástico

¿No querías caldo? Pues toma dos tazas.

La BBC y la Open University colaboran con la iniciativa puesta en marcha a nivel mundial para luchar contra la contaminación marina por plástico. Sin duda, una idea muy loable ya que tenemos los mares hechos un desastre.

Estas entidades publican materiales didácticos como vídeos, libros, posters, etc., sobre la contaminación del plástico y su impacto ambiental en nuestros mares.

Pero claro, todo no va a ser de color de rosa y, a veces, por muy buena que sea la intención también se cometen errores. La pequeña Izzy, de siete años, pidió un póster sobre la protección de los mares, pero su ilusión se convirtió en decepción al recibirlo ¡envuelto en plástico!

Otra británica, Becky, también muy concienciada sobre el tema, pidió un paquete de sobres ecológicos y también le llegaron envueltos en plástico.

Digo yo que estaría bien que los que organizan estas campañas, que están muy bien, prestasen un poco de atención a estos pequeños detalles.


Visto en La Vanguardia

Aparece una langosta con el logo de Pepsi

Esta imagen está dando la vuelta al mundo, y no es para menos. Muestra a una langosta que fue capturada por pescadores canadienses, la cual tenía el logo de Pepsi impreso en su caparazón. La imagen no parece un fake, y se ha convertido inmediatamente en un símbolo de lo que representa la contaminación de los mares.

Pero, ¿cómo llegó el logo hasta ahí? La respuesta sigue siendo un misterio, aunque lo más probable es que la langosta quedara atrapada en alguna caja de refrescos, y el roce continuo provocase que el símbolo de la marca de refrescos quedase adherido a su cuerpo.

Según un estudio publicado en Nature en 2015, arrojamos al mar más de ocho millones de toneladas de residuos cada año. Y las consecuencias empiezan a ser cada vez más visibles. De hecho, cada vez se pescan más peces que tiene restos de plástico en su organismo.

Otro estudio publicado en agosto de este mismo año y realizado por el US Government’s National Oceanic and Atmospheric Administration, reveló que los peces se sienten atraídos por los residuos plásticos, debido a que las reacciones que provocan en ellos el agua salada, hace que huelan de un modo similar al krill.


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