Ayer se celebró el Festival de Eurovisión 2019, como cada año por estas fechas. Festival que por cierto en el siglo XXI ya huele. Vamos, que si lo suprimieran no pasaría nada.
Ganó el representante de Países Bajos, supongo que merecidamente, aunque personalmente hubo alguna otra canción que me gustó más.

Es Duncan Laurence, nacido en los alrededores de Róterdam. Ganó un concurso de talentos a los 16 años y estudió en la escuela holandesa de música Rock Academy. En 2014, llegó a la semifinal de la edición holandesa de La Voz, y se ha ganado la vida dando clases de canto y componiendo para otros artistas. Toca en un grupo, y no tiene reparos en atribuir el optimismo que irradia a su dura etapa escolar ya que, según cuenta, sufrió acoso.
En España no aprendemos

Quizás si España no tuviera el privilegio, como país fundador, de pasar directamente a la final y se tuviera que ganar la participación en unas semifinales con mucho nivel, los responsables de RTVE se lo currarían un poco más y elegirían algo decente. Porque no nos engañemos, por mucho que digan algunos, la canción La venda es un auténtico truño, más propio de la verbena del pueblo que de un festival internacional. Quedó el 22º de 26.
Madonna: lo peor y lo mejor de la noche
Lo peor porque desafinó lo que no está escrito cantando Like a Prayer, qué destrozo. Y además se ahogaba. Ahora bien, solo por ver a Madonna encima de un escenario ya merece la pena todo el tinglado, las cosas como son.

Y ahora a esperar un añito hasta el próximo ridículo internacional.